Ojitos de pena
Ojitos de pena,
carita de luna,
lloraba la niña,
sin causa ninguna.
"No llores sin pena,
carita de luna".
Estos hermosos y sencillos versos fueron escritos por el Premio Nacional de Literatura 1956, Maximiliano Jara Troncoso, nacido en Yerbas Buenas, provincia de Linares, el 21 de agosto de 1886. Max Jara publicó sus primeras obras a la edad de trece años en el diario El Deber de Talca. Ya joven, ingresó a estudiar medicina, carrera que no terminó, trabajando, posteriormente, en el Ministerio de Obras Públicas y como redactor en los diarios El Mercurio e Ilustrado.
El poema que hoy recordamos nos cuenta la historia de una mujer en cuatro momentos de su vida, siempre marcada por la tristeza. Al principio, cuando niña, llooraba "sin causa ninguna" pero cuando ya es joven, lo hace por amor, tal vez por ese amor que dejó escapar:
Ojitos de pena,
carita de luna,
la niña lloraba
amor sin fortuna.
"¡Qué llanto de niña
sin causa ninguna!"
pensaba la madre,
como ante la cuna.
"¡Qué sabe de pena,
Carita de luna!
Y así, en medio de ese llanto sempiterno prosigue la vida de esa joven que lloraba por un "amor sin fortuna". Después se convierte en madre...y sigue llorando:
Ojitos de pena,
Carita de luna,
ya es madre la niña
que amó sin fortuna:
y al hijo consuela
meciendo la cuna:
"No llores mi niño
sin causa ninguna,
no ve que me apena,
Carita de luna".
Los años siguen pasando y el dolor no abandona a aquella niña que ya es abuela, sus nietos le preguntan por qué llora y creen que lo hace "sin causa ninguna" desconocen la inmensa pena que la ha acompañado toda la vida:
Ojitos de pena,
Carita de luna,
abuela es la niña
que lloró en la cuna.
Meciéndose, llora
la muerte importuna.
"Por qué llora, abuela,
sin causa ninguna".
Es que, muchas veces, preocupados de nuestras propias penas, ensimismados en nuestro propio dolor, no vemos que al lado nuestro hay seres que sufren, que muchas veces lloran en silencio y que si, tan sólo, nos detuviéramos a mirar sus ojitos de pena comprenderíamos mejor sus inmensos sacrificios y dramas.
El propio Max Jara, a su modo, al modo de los poetas, nos dice que:
"llorando las propias,
¿quién vio las ajenas?
Mas todas son penas,
Carita de luna."
Es que los poetas, mejor que nadie, conocen los profundos rincones del alma, poseen aquel secreto tan sencillo y que la humanidad perdió entre modas, consumismo, poder y dinero; hay que dejar hablar al corazón, porque el corazón no se equivoca, presiente. La razón, en cambio, de tanto tomar precauciones, deja ir la vida entre llanto y pena. No se puede calcular todo, porque existe lo inesperado, lo imponderable. Aquello que el corazón presiente...
¡Y pensar que existen espíritus miopes que pregonan amar con la razón y no con el corazón! En "Ojitos de Pena", Max Jara nos revela el llanto eterno de una mujer que "amó sin fortuna", tal vez, porque no supo luchar por su amor.
prof. Benedicto González Vargas.